11/22/2024 | News release | Distributed by Public on 11/22/2024 13:19
En todo el mundo, en 2023, cada 10 minutos una mujer fue asesinada intencionalmente por su pareja o alguien de su familia. En Sudáfrica, donde 5,5 de cada 100.000 mujeres fueron asesinadas por sus parejas entre 2020 y 2021, las tasas de femicidio se han mantenido en niveles altos, según el Consejo Sudafricano de Investigación Médica (SAMRC).
A menudo, detrás de estas cifras se ocultan experiencias personales que afectan a familias y comunidades enteras que se quedan atrás.
"Tenemos jóvenes que son testigos de la violencia de pareja en sus familias", señala Anna Maswikeni, trabajadora social y colaborara del Movimiento de Mujeres Jóvenes por la Vida, que apoya a las supervivientes de la violencia de género en Mpumalanga, en el norte de Sudáfrica. "Tuvimos un niño que presenció el asesinato de su madre a manos de su novio. Consiguió salvar a su hermana... pero si no hubiera sido por él, tal vez todos habrían muerto en ese hogar.Ahora el niño siente [mucha] rabia contra el novio de su madre".
Ser testigo de este tipo de violencia tiene un efecto devastador en las infancias, explica la entrevistada. Pueden aprender a normalizar la violencia, pensar que es una forma aceptada de resolver los desacuerdos, perder la autoestima o adoptar estrategias de afrontamiento poco saludables. La violencia de género atrapa a las familias en un trauma intergeneracional.
El femicidio, como se conoce el asesinato de mujeres y niñas por razones de género, es la manifestación más extrema y brutal de la violencia. Está motivado por la discriminación contra las mujeres y niñas, las relaciones de poder desiguales, los estereotipos de género o las normas sociales perjudiciales, que pueden incrementarse hasta llegar a un desenlace mortal. El cuarto estudio nacional sobre el femicidio en Sudáfrica reveló que, entre 2020 y 2021, tres mujeres fueron asesinadas cada día por sus parejas.
Nwabisa Shai, investigadora especializada de la Unidad de Investigación sobre Género y Salud del SAMRC, explica que el femicidio suele ser el resultado de un patrón de malos tratos: "Conocemos los factores que están detrás [del femicidio]. Este se produce principalmente cuando la violencia que sufren las mujeres es grave. Las señales de alarma pueden incluir el estrangulamiento, lesiones que requieran hospitalización o la acumulación de distintos tipos de maltrato: emocional, físico y sexual".
En todo el mundo quedan sin contabilizar demasiadas víctimas de femicidio, debido a que sus muertes no se documentan con precisión como femicidios y la violencia de género sigue sin registrarse en su justa dimensión. Sudáfrica no es una excepción.
"Todavía hay muchos casos de abuso contra las niñas y mujeres en nuestro país que no llegan a denunciarse", afirma Maswikeni, quien explica que las familias disuaden a las supervivientes de hablar e intentan "resolver" el asunto mediante reuniones familiares o acuerdos de compensación económica.
"Esta cultura del silencio perpetúa círculos viciosos [de violencia] de generación en generación. A menudo, las infancias que presencian violencia en sus hogares interiorizan el trauma o reproducen ese comportamiento", manifiesta Maswikeni.
Aunque se están llevando a cabo numerosas intervenciones e iniciativas en materia de políticas, existen importantes lagunas en la respuesta del sistema judicial. El estudio nacional sobre el femicidio en Sudáfrica reveló asimismo que en el 44 por ciento de los casos de femicidio, la policía no identificó al autor.
Tras la marcha #TotalShutdown de agosto de 2018 -la mayor protesta coordinada de mujeres en Sudáfrica contra la violencia de género- que paralizó Pretoria, el centro económico del país, el Gobierno sudafricano elaboró un plan estratégico nacional para acabar con la violencia de género. El plan, que se puso en marcha en 2020, ha dado lugar a una serie de reformas legales y ha mejorado el apoyo a las personas supervivientes de la violencia de género mediante centros de atención integral y la creación de un fondo nacional para combatir la violencia de género y el femicidio.
En mayo de 2024, el presidente de Sudáfrica firmó un proyecto de ley para establecer el Consejo Nacional sobre Violencia de Género y Femicidio, que se encargará de supervisar la plena aplicación del plan estratégico nacional y asignará los fondos a políticas y programas destinados a acabar con el femicidio y la violencia de género.
"ONU Mujeres abogó por la elaboración del plan estratégico nacional y la creación del Consejo Nacional, porque somos conscientes de la importancia del liderazgo y de los recursos financieros y humanos para abordar el reto tan urgente de prevenir y poner fin a la violencia contra las mujeres y niñas en Sudáfrica", declaró Hazel Gooding, Representante Adjunta de ONU Mujeres de la oficina multipaís de Sudáfrica.
La experiencia e investigación en Sudáfrica permiten concluir que, para acabar con la violencia contra las mujeres y niñas, es necesario adoptar un enfoque múltiple que contemple el fomento de la independencia financiera de las mujeres y haga frente a la inseguridad alimentaria, la salud mental y el abuso de sustancias.
"Si empoderamos a las jóvenes para que sean económicamente independientes, tendrán más fuerza para decidir abandonar una situación de abuso. A veces, debido a la presión económica, las mujeres se quedan hasta que es demasiado tarde", afirma Maswikeni.
Tanto Shai como Maswikeni señalan otro ámbito de acción: dotar de recursos y capacitación a las unidades policiales para que respondan adecuadamente a los casos de violencia de género, acabar con la impunidad y evitar la escalada de abusos. Recomiendan crear unidades específicas para investigar los femicidios.
"La policía no dispone de los recursos necesarios", explica Shai. "Necesitamos una unidad especializada en femicidios que se ocupe de estos casos a profundidad. Las mujeres son asesinadas impunemente porque la policía no dispone de sistemas que puedan ayudarlas".
También es necesario modificar los mecanismos por los que se dictan las órdenes de protección. "En la actualidad, el proceso de las órdenes de protección depende de que la mujer encuentre al agresor y consiga su firma, algo que no es seguro para ella. Algunos de nuestros estudios nos llevan a pensar que la orden de protección puede ser un factor más de violencia contra las mujeres", añadió Shai.
Mientras Sudáfrica sigue esforzándose por acabar con la violencia de género, las personas dedicadas a labores de promoción e investigación coinciden en que, más allá de las reformas legales y la mejora de la vigilancia policial, será necesario un cambio significativo en la forma en que la sociedad ve y valora la vida de las mujeres. En esta coyuntura, es crucial que las organizaciones de mujeres que apoyan a las supervivientes y respaldan los esfuerzos dirigidos a cambiar las normas y actitudes sociales nocivas cuenten con financiamiento adecuado.